Hoy hace 65 años, aviones japoneses bombarderon Pearl Harbor sin previo aviso; fue el Día de la Infamia. Mañana se cumplirá el mismo aniversario del famoso discurso de Roosevelt y la declaración de guerra contra el Japón. Tres días más tarde, el 11 de diciembre, los Estados Unidos declararían la guerra contra Alemania e Italia y, casi cuatro años después, lanzarían bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Hace 65 años, mi suegro estaba luchando en Europa, en el bando que afortunadamente terminaría perdiendo. Después de haber pertenecido a las Juventudes Hitlerianas, se salió voluntariamente, contra la tendencia general. La guerra lo cogió a la mitad de la carrera de Químicas, más joven de lo que soy yo ahora. Tenía amigos judíos pero no fue un Oskar Schindler. Durante la guerra, trabajó bastante tiempo junto a Rommel, y aborrecía y sigue aborreciendo a Hitler, a quien llegó a conocer en persona. Volvió a nacer un día de agosto cuando, en el frente ruso, tras sufrir una derrota masiva, los soldados enemigos fueron rematando uno a uno a los soldados alemanes y pasaron de largo de él: se hacía el muerto mientras sangraba abundantemente por la cabeza por una bala que le había rozado, y cuando le tocó el turno el oficial ruso dijo "a éste no, que ya está muerto" y oyó el disparo que siguió rematando a quien tenía a su lado. Volvió a nacer y aún hoy sigue celebrando ese cumpleaños. Dio gracias a Dios cuando terminó la guerra y supo que Hitler había muerto. Echa de menos, a veces lo dice, que las películas sólo muestren las atrocidades que cometieron los nazis —que las cometieron, terribles— y nunca salgan las que cometieron los aliados, en ocasiones también terribles.
No soy fan de la historia bélica, pero me impresiona mucho repasar las grandes efemérides y las vivencias también reales de los que estaban allí sobre el terreno. |
anda, menuda historia. Felicidades para tu suegro.
Ahora comprendo porque escuchais villancicos alemanes.